sábado, 29 de noviembre de 2008

UNA TRADICIÓN DEL PUTERÍO

Argentina ya ha acumulado varios capitales. Ha dejado de ser el vacío y la hija, peyorativa y sobrevaluadamente, menor de la literatura. Una de esas tradiciones repite con insistencia el surgimiento de un origen. Y en los orígenes, dicen, Rosas y la fabulación de puteríos contra él. En el medio Cambaceres y el quilombo de una sociedad de Lords que que querían comerle las vísceras por silbar como un vago. Más acá, Puig y Aira que deliraban con sus chismes pueblerinos o de sectas universitarias. Boquitas y Los misterios de Rosario. Libros hechos para interferir en la realidad y hechos con los puteríos de la misma realidad, interferidos por ella. Puteríos usados para que, poco o mucho después, en General Villegas y en pleno homenaje local a uno, las versiones de los implicados -o interferidos- se peleen por el poder del verosímil y para que, en Rosario, las clases de ciertos profesores se destinen a aclarar que no son monstruos. Me regocija este poder del puterío, su capacidad de sacar de las casillas y de afectar a sus implicados. Sé, también, que esa cualidad no es otra que la de la verdadera literatura. Y me río como un hijo de puta o, mejor, -y a mucha honra- como el hermano de una puta que asume todos los riesgos, incluso legales.

sábado, 22 de noviembre de 2008

EL PUTERÍO

El puterío no es lo mismo que el chisme. Este último es sólo una infidencia para la difamación de una persona. Pero que se sostiene mientras esa persona no sabe que se habla de ella. El puterío, en cambio, es el chisme del cual la otra persona se entera que ha recaído sobre sí mismo. Entonces, el puterío comienza a intervenir sobre el otro, lo saca de sus casillas y lo hace estallar. Cuando uno se mete en un puterío, posiblemente, salga cargando todas las consecuencias y padeciéndolas. La diferencia parece sutil; pero no lo es, porque mientras el chisme es un fenómeno enteramente discursivo, el puterío obliga a la acción y recae sobre el afectado para movilizarlo a actuar sobre la boca que habla y callarla de una vez. Mientras el puterío interfiere en la realidad y la desquicia, el chisme, en cambio, se contenta con el secreto y la tranquilidad en un juego de complicidades. Te advierto que si te metés acá, en este tremendo puterío, no vas a poder evitar el quilombo y mucho menos dejar tu realidad, tal y como la conocés, sin alterarla. Lo lamento mucho por quienes caigan en la volteada.